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Title
   Estudio Biblico(23) - Misiones y Evangelismo    
Speaker
   Rev. Jaerock Lee
Pasaje
   
Date
   2009-03-13



Capítulo 23
Misiones y Evangelismo


Previa la Resurrección y Ascensión de Jesús, Él les dijo a Sus discípulos en Hechos 1:8: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.” Entonces proclamó confiadamente que el evangelio se anunciaría al mundo entero. Por lo tanto, debemos tomar la responsabilidad de dar testimonio de Jesucristo incluso hasta los confines de la tierra, en especial porque el día del Juicio está cercano.

2 Timoteo 4:1-2 dice: “Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina.” Predicar el evangelio fue el último mandamiento de Jesús en este mundo y la Gran Comisión, y es nuestra mayor responsabilidad. Uno podría decir: “Yo no tengo ninguna responsabilidad en la iglesia,” pero entonces ha olvidado su misión de ser un testigo de Jesucristo. Ciertamente la predicación del evangelio es la misión más importante para los cristianos que han recibido el don del Espíritu Santo. Para cumplir con nuestra responsabilidad debemos predicar la Palabra a tiempo y fuera de tiempo.

Demos un vistazo a Mateo 12:41-42 que dice: “Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás, y he aquí más que Jonás en este lugar. La reina del Sur se levantará en el juicio con esta generación, y la condenará; porque ella vino de los fines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y he aquí más que Salomón en este lugar.” Les explicaré brevemente sobre la responsabilidad de predicar el evangelio basándome en los versos anteriores, pero primeramente examinemos la definición espiritual de algunas palabras que nos ayudarán a entender mejor el significado de todo:

El “día del juicio” se menciona en el versículo 41, ¿y a que se refiere? Juan 12:31 dice: “Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera.” La frase “ahora es el juicio” de este verso está relacionada al día del juicio enunciado anteriormente.
El “príncipe de este mundo” se refiere al gobernante del reino del aire según se menciona en Efesios 2:2. Fue antes de la crucifixión de Jesús que Él profetizó diciendo: “Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera.” ¡Su profecía se hizo realidad! Después de la crucifixión de Jesús, Él aparentemente le dijo al enemigo Satanás, el príncipe de este mundo, que sería echado afuera, como está escrito en 2 Timoteo 1:10: “Pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio.”

Por consiguiente, el “día del juicio” es el tiempo entre la resurrección del Señor y su Segunda Venida a este mundo. El “Día del Juicio” en este verso no se refiere al “Juicio Final,” que es el Juicio del Gran Trono Blanco. Por lo tanto, podemos ver que el día del juicio es ahora mismo, el tiempo en el cual estamos viviendo.
En Mateo 12:41 dice asimismo: “Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás, y he aquí más que Jonás en este lugar.” ¿Qué implican espiritualmente los hombres de Nínive y Jonás? Para entender bien esto, revisemos el trasfondo histórico de las personas de Nínive y de Jonás descrito en la Biblia.

Jonás era un profeta que trabajó para Dios en la parte norte de Israel alrededor del año 780 a.C, es decir 780 años antes de que Cristo viniera. Como un profeta, él tenía la misión de hacer conocer el mensaje de Dios a los hombres de Nínive, la ciudad capital de Asiria, localizada cerca del afluente principal del Tigris. En Jonás 1:2 Dios le encomendó lo siguiente: “Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y pregona contra ella; porque ha subido su maldad delante de mí.” Pero Jonás escapó de Dios y se dirigió hacia Tarsis. Él abordó una embarcación y navegó a Tarsis para huir de Dios. Asiria era un país enemigo de Israel que le causó muchas dificultades. Por tanto, si Asiria era destruida, los Israelitas no tendrían que preocuparse más. Se supone que los hombres de Nínive podrían arrepentirse y escapar del juicio de Dios por la predicación de Jonás, pero él no deseaba que eso sucediera, por eso decidió escapar y desobedecer la orden de Dios. El amor por su nación hizo que escapara de la voluntad de Dios. Nos recuerda la relación entre Japón y Corea bajo el dominio del imperialismo japonés.

Sin embargo, Jonás claramente desobedeció a Dios en el aspecto espiritual. Estuvo mal de parte de Jonás dejar que las personas caigan en la destrucción. Por un lado, su patriotismo era loable, pero Jonás fue inevitablemente juzgado por Dios, quien ama a toda la humanidad, como una persona de mente limitada y exclusiva. El Dios de Justicia ama a todas las naciones, no sólo a los judíos, el pueblo escogido, porque Él es Dios de todas las naciones. Por lo tanto, el SEÑOR envió al mar un gran viento, y una tormenta violenta se levantó mientras Jonás estaba a bordo de la embarcación que se dirigía a Tarsis. Todos los marineros tuvieron miedo y cada uno clamó a su propio dios; además, arrojaron la carga al mar para alivianar el peso de la embarcación, pero el barco todavía amenazaba con romperse. Al echar suertes para encontrar al responsable ésta recayó sobre Jonás, así que los marineros lo tomaron y lo arrojaron al mar como un sacrificio. En ese momento, un gran pez que Dios permitió que estuviera ahí, se lo tragó. Mientras Jonás se encontraba dentro del pez por tres días y tres noches, él cambió y se arrepintió por completo, y oró a Dios como está escrito en Jonás 2:2: “Invoqué en mi angustia a Jehová, y él me oyó; Desde el seno del Seol clamé, y mi voz oíste” Entonces, el SEÑOR ordenó al pez que expulsara a Jonás en tierra seca.

Debido a que la palabra del SEÑOR vino a Jonás por segunda vez, él fue a la gran ciudad de Nínive y proclamó intrépidamente: “De aquí a cuarenta días Nínive será destruida.” Entonces los habitantes de Nínive empezaron a creer a Dios y declararon un ayuno; todos ellos, desde el mayor hasta el menor se vistieron de cilicio para arrepentirse. Cuando Dios vio lo que hicieron y la manera en que se volvieron de sus malos caminos, Él tuvo compasión y no envió la destrucción con la cual les había amenazado. Los versos anteriores nos dicen cuán importante es predicar el evangelio.

Partiendo de una perspectiva contemporánea, Jonás es como un ministro que predica la Palabra de Dios. Los “habitantes de Nínive” representan las personas que vivían en pecado sin conocer a Dios, pero que llegaron a aceptar el evangelio a través de ministros o evangelistas, abrieron su corazón, aceptaron a Jesucristo, confesaron ser pecadores, y llegaron a morar en el espíritu convirtiéndose así en hijos de Dios. Si los habitantes de Nínive no se hubieran arrepentido sino que hubieran retrocedido, entonces habrían caído en la muerte eterna. Pero debido a que se arrepintieron y cambiaron completamente, fueron perdonados.

En los siguientes versos, vemos a la reina del Sur, la reina de Saba descrita en 2 Reyes 10. El Sur bajo su reinado corresponde a lo que actualmente es Etiopía, en África. Ella escuchó acerca de la fama de Salomón quien era un gran rey que reinaba su nación con sabiduría que provenía de Dios, así que fue a ver la sabiduría excelente de Salomón y las bendiciones que él había recibido de Dios. Ella estaba maravillada, y decía: “Jehová tu Dios sea bendito, que se agradó de ti para ponerte en el trono de Israel; porque Jehová ha amado siempre a Israel, te ha puesto por rey, para que hagas derecho y justicia.” Ella alabó el nombre de Dios aun siendo una gentil.

La reina de Saba se acercó a Dios, no por la invitación de alguien sino por su propio deseo de escuchar la sabiduría del Rey Salomón, al haber escuchado de su fama. Saba, la reina del Sur, llegó a creer en Dios por la predicación de Salomón, luego regresó a su propio país y le predicó a su pueblo, y la nación entera llego a rendir adoración a Dios. Por lo tanto, la reina del Sur representa a las personas que llegan a la iglesia por sí mismas, no por la predicación de otra persona. Tal como lo hizo la reina de Saba, cuando escuchan hablar algunas cosas acerca de Dios, ellos se acercan a la iglesia con un buen corazón, están dispuestos a escuchar lo que dice el ministro en la iglesia, y llegan a invitar a Jesús como su Salvador inspirados por la Palabra de Dios. En algunas ocasiones, cuando alguien ha escuchado algunas noticias acerca de la realización de obras del Dios viviente, o al leer la Palabra de Dios en periódicos o libros, se acerca a la iglesia por sí mismo, no por la invitación de alguna persona.

En conclusión, Jonás representa a los ministros, los habitantes de Nínive representan a aquellos que llegan a creer por medio de la predicación de los ministros. La reina del Sur representa a los que no llegan a la iglesia por la invitación de otra persona sino por voluntad propia. En Mateo 12:41 dice: “Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán.” ¿Quién tiene la autoridad para juzgar según el verso anterior?

Hebreos 12:23 dice: “… a Dios el Juez de todos…” Por lo tanto, Dios es el Juez de todos, Él tiene la autoridad para juzgar a las personas. Además, Juan 5:27 dice: “[Dios] también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre.” El Hijo del Hombre es Jesucristo, nuestro Salvador. A partir de Adán, el primer hombre que comió el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, el pecado entró en los hombres y ha llevado a las personas al camino de la muerte eterna. Según lo escrito en Romanos 5:18-19: “Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos.” Igualmente, así como la muerte eterna vino a todos los hombres por medio de un hombre, la obtención de la vida eterna también debe darse a través de un Hombre. Jesucristo fue la Palabra que se hizo carne y habitó entre nosotros; a pesar de ser el unigénito Hijo de Dios, Él vino a este mundo como hombre. Tres días después de la crucifixión y el derramamiento de su sangre, resucitó para salvar a todos los hombres a través de la redención de sus pecados. Por lo tanto, Jesús es el Hijo del Hombre y eso explica la autoridad que se le dio también a Jesús para juzgar.

Nadie en este mundo tiene la autoridad para juzgar a otros excepto Dios quien obra a través del Espíritu Santo y el Señor quien nos redimió de todo pecado. Santiago 4:11-12 dice: “Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez. Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder; pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro? Asimismo, Lucas 6:37 dice: “No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados.” Como está escrito, debemos tener misericordia incluso de nuestros enemigos. La Oración del Padre Nuestro nos enseña que si perdonamos a los hombres cuando ellos pecan contra nosotros, nuestro Padre celestial también nos perdonará. Supongamos que usted oró diciendo: "Perdona mi pecado, Padre celestial" pero lo hizo sin perdonar a otros, entonces no recibirá respuesta ni perdón de Dios. En cuanto a los hombres, ninguno tiene la autoridad para juzgar ni condenar. Romanos 2:1 dice: “Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo.” Por lo tanto, no debemos juzgar a los demás, porque Dios nos juzgará ciertamente a nosotros por haberlo hecho.

Se menciona anteriormente que Jesús dijo que no debemos juzgar a los demás. Entonces, ¿por qué dijo que las personas de Nínive se pondrían de pie en el juicio? Se explicó ya que sólo Dios es el Juez de todos. Entonces, ¿por qué los hombres de Nínive y la reina del Sur se pondrán de pie en el juicio de esta generación y la condenarán, mientras existen tantas personas que creen en Jesucristo como su Salvador?

Muchas personas han intentado entender los 66 libros de la Biblia durante mucho tiempo, pero ha sido en vano. Por eso algunas personas apenas suponen y afirman con respecto a este pasaje que Dios permitirá a los hombres de Nínive y la reina del Sur levantarse en el Juicio Final, lo cual no implica que los hombres serán los Jueces de todos en lugar de Dios. De esta manera estamos mal interpretando la Palabra de Dios porque dependemos de nuestros propios pensamientos y sabiduría. Por consiguiente 2 Pedro 1:20 dice: “entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada.”

¿Qué implica espiritualmente que los hombres de Nínive y la reina del Sur se pondrán de pie en el Juicio? Juan 3:18 lo explica diciendo: “El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.” Es decir, aquellos que han aceptado a Jesucristo no serán juzgados por Dios. Quienquiera que cree en Jesucristo como Salvador tiene la autoridad como hijo de Dios, y por eso el Padre Celestial no lo condenará. Sin embargo, Dios dijo que el que no cree en el nombre del único Dios y su Hijo ya ha sido condenado.

¿Por qué no creen estos en Jesús como su Salvador, aun cuando les hacemos saber que el Cielo y el Infierno y el Juicio existen? Juan 3:19 en adelante dice: “Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios.” Debido a que Dios quiere redimir a las personas de todos sus pecados, así como también salvarlos, Él permitió que Jesucristo, la Luz, venga al mundo. Sin embargo, los hombres no lo recibieron como su Salvador sino que amaron la oscuridad en lugar de la luz, porque sus obras eran malas.

¿Qué dicen aquellos que aman la oscuridad en lugar de la luz? Ellos dicen: “Si empiezo a asistir a la iglesia voy a tener que dejar de fumar y beber, y entonces ¿de qué voy a disfrutar?” Así también menosprecian la invitación de uno para asistir a la iglesia diciendo: “no voy a tener ningún tiempo libre si asisto a la iglesia el fin de semana. Yo prefiero ir a pescar y a jugar golf, o ir a un juego de béisbol y reunirme con algunos amigos.” Por lo tanto, aunque Jesucristo vino al mundo como la Luz, aquellos que no invitan a Jesucristo como su Salvador finalmente entrarán en el infierno, la muerte eterna, porque sus obras son malas, eso es lo que dice Romanos 6:23: “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” Dios dijo que los hombres que no creen en el nombre del único Hijo de Dios ya se han condenado. Él lo explica utilizando el tiempo perfecto del verbo, no el tiempo futuro, el cual diría: "Usted se condenará."

Cuando los cristianos que han aceptado el evangelio y a Jesucristo dan a conocer el evangelio por el mundo, conducen a la salvación a aquellos que abren su corazón y reciben a Jesús como su Salvador. Sin embargo, aquellos que no creen y no invitan a Jesucristo ya se han condenado.

¿Quién condenará a esta generación? En definitiva será condenada por aquellos que han predicado el evangelio. Condenar no significa amenazar diciendo: “Usted irá al infierno si no cree en Dios.” Significa que aquellos que niegan el evangelio que han escuchado serán condenados y luego destinados a la muerte eterna. Pero el pasaje bíblico no dice: “(Ellos) han condenado,” sino que dice: “(Ellos) se levantarán en el juicio con esta generación y la condenarán.” Esto se refiere a lo que dijo Jesús sobre lo que pasaría en días posteriores por fe. Desde el momento de la resurrección de Jesús, aquellos que han aceptado el evangelio a través de la predicación o los que han llegado a la iglesia por voluntad propia por haber escuchado acerca de Dios predicarán el evangelio a las personas para que acepten a Jesucristo; si no aceptan su predicación e invitación, serán juzgados y condenados.

Por ejemplo en Juan 19:30 dice: “Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu.” ¿Qué significado tendría la muerte de Jesús y que habría sido consumado si todo hubiera terminado después de que Él murió al derramar Su sangre? Jesús expresó aquello con fe porque sabía que lograría la redención para toda la humanidad al ser crucificado y resucitar al tercer día. La predicación del evangelio es la última ordenanza de Jesucristo, la Gran Comisión y la misión más importante, según está escrito en Hechos 1:8 y 2 Timoteo 4:1-2, y para cumplir con nuestra responsabilidad, la Gran Comisión, nosotros debemos predicar la Palabra a tiempo y fuera de tiempo.

En 1 Corintios 9:16, el apóstol Pablo dice: “Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!” Debemos cumplir con nuestra responsabilidad, la Gran Comisión, mediante la obediencia a la Palabra de Dios. En el día del Juicio Final Dios nos preguntará dónde están nuestros padres, hijos, hermanos, y hermanas, por eso, con una mente tranquila debemos cumplir bien con nuestros deberes, comprendiendo cuán importante es la Gran Comisión, en especial cuando vemos que el día final se acerca.

3 Juan 1:2 dice: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma.” Este verso nos enseña que no sólo nuestras almas deben estar bien sino que también debemos difundir el evangelio a los incrédulos para que sus almas estén bien. Cuando nosotros cumplimos a cabalidad con nuestras responsabilidades, nuestro Padre Celestial se agrada de nosotros y nos concede Sus bendiciones.

Aquellos que son escogidos y bendecidos tienen la misión de llevar el evangelio primeramente a sus familias, luego vecinos, y a todas las naciones. Romanos 10:14-15 dice: “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!” Yo anhelo que usted cumpla bien con sus responsabilidades al anunciar al Dios vivo y a Jesucristo nuestro Salvador.

 
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